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miércoles, 2 de marzo de 2011

Entrenarse para la puntualidad



La puntualidad es una disciplina, que se adquiere con la práctica, y con más o menos sacrificio según el temperamento de cada persona. Para terminar, resumo una serie de pasos que recomienda seguir para adquirir y desarrollar la capacidad de llegar a tiempo:
  1. Reconocer la impuntualidad como una debilidad personal y proponerse trabajar para superarla. Es importante, además, descubrir las causas de la propia impuntualidad. ¿Falta de organización, falta de memoria, poca conciencia del tiempo, pereza...?
  2. Tomar conciencia del tiempo. Asegurarse de tener siempre un reloj cerca, y ser siempre pesimista en las previsiones. Tener en cuenta que, por lo general, las cosas terminan llevándonos mucho más tiempo del que pensamos. Esto permitirá hacer planes realistas y no comprometerse con más tareas de las que es posible cumplir. Decir "me encantaría, pero no tengo tiempo" es preferible a las impuntualidades o ausencias.
  3. Levantarse a la hora debida. Adquirir el hábito de incorporarse, estirarse y salir de la cama ni bien suena el despertador. Dormir al menos siete horas facilita mucho este paso.
  4. Proponerse llegar siempre 15 minutos temprano. De ese modo, se llegará siempre puntual, a pesar de los imprevistos.
  5. Llevar siempre algo para leer o escuchar. Eso permitirá aprovechar esos 10 o 15 minutos de anticipación, sin tener la sensación de estar perdiéndolos.
  6. Reconsiderar cuánto tiempo insumen realmente las tareas cotidianas. Por ejemplo, bañarse, desayunar, hacer la cama, etc. Suelen tomar más tiempo de lo que se piensa.
  7. Localizar los momentos de mayor pérdida de tiempo, y tratar de eliminarlos.
  8. Prever a qué hora se debería hacer cada cosa para poder salir de casa a tiempo. Es positiva la costumbre de fijar horas límite para terminar cada tarea y entrenarse en cumplirlas. Así, ante un atraso, diremos "a esta hora debería estar haciendo esto otro", y será evidente la necesidad de apurarse.
  9. Mantener el orden. El desorden y la desorganización atentan contra la puntualidad, porque, al no mantener las cosas en su lugar, estas nunca aparecen cuando se las necesita y se pierde un tiempo precioso en encontrarlas. Conviene tener este principio: un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar.

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